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Caso 38

     
 

Autor:

 

Alvaro Rosagro Aranda

 

 

DIAGNÓSTICO FINAL

DIAGNÓSTICO FINAL: Colecistitis aguda litiásica.

DISCUSIÓN

Una colecistitis aguda consite, en esencia, en una inflamación aguda de la vesícula biliar, constiyuyendo la causa más frecuente de dolor en hipocondrio derecho. Además, se trata de la complicación primaria más frecuente de la colelitiasis, con la que comparte signos histológicos y que es causante de, aproximadamente, un 95% de los casos de colecistitis aguda. Esta inflamación puede verse acompañada o no de cálculos biliares.

En relación a la patología, encontramos una secuencia de acontecimientos que dan forma al cuadro clínico que se resumen en una obstrucción del cuello del conducto cístico debido a un cálculo biliar, inflamación de la mucosa biliar, producción de moco acompañada de aumento de la presión intraluminal y distensión, falta de irrigación y aumento en el grosor de las paredes. Cabe resaltar que cerca de un tercio de los pacientes presenta infección bacteriana secundaria a posteriori. La presentación clínica de esta patología consta de un dolor intenso en hipocondrio derecho que puede irradiar hacia el hombro derecho. Además, se pueden reportar también náuseas, vómitos, fiebre y leucoitosis. Existen algunos factores de riesgo que favorecen la aparición de colecistitis aguda, tal y como pueden ser diabetes mellitus, fallo cardiaco congestivo, edad avanzada, sexo femenino, vasculitis, obesidad, nutrición parenteral, dislipidemia, cirrosis hepática o embarazo. Es importante resaltar el concepto de tríada de Charcot, el cual puede llevar a la sospecha de un cuadro de colangitis aguda. Esta triada se compone de ictericia, dolor en hipocondrio derecho y síndrome febril. Consecuentemente, realizar un correcto diagnóstico diferencial mediante las correspondientes técnicas complementarias es esencial para no confundir una colecistitis con una colangitis puesto que ambas afecciones tienen signos y síntomas en común.

De no tratarse, puede originar complicaciones realmente graves e, incluso, potencialmente mortales, como puede ser una perforación y hemorragia de vesícula biliar, colecistitis gangrenosa y enfisematosa, trombosis de la vena porta o pseudoaneurisma de la arteria cística, por lo que una actuación precoz es determinante para el pronóstico del paciente. El tratamiento a seguir es generalmente un tratamiento antibiótico empírico dirigido, aunque las altas probabilidades de recidiva debido a su posible carácter crónico obligan en la mayoría de los casos a recurrir a la extirpación quirúrgica mediante colecistectomía, generalmente laparoscópica.

No obstante, no es posible determinar el diagnóstico inicial de colecistitis aguda con un mero estudio físico y clínico, por lo que será preciso la complementación con diferentes estudios radiológicos con tal de obtener un diagnóstico definitivo e inequívoco.

En materia de pruebas radiológicas, la prueba de elección es la ecografía abdominal, pudiéndose realizar un TC abdominal como prueba complementaria en caso de duda. Radiológicamente, los signos que determinan una colecistitis aguda son los siguientes: engrosamiento mural >3 mm, edema de pared, presencia de material ecogénico en el interior de la vesícula, imagen de triple pared con capa hipoecoica central y distensión vesicular (superior a 5 cm en el eje transverso y a 10 cm en eje longitudinal) y áreas de alta ecogenicidad en el tejido graso perivascular. Sin embargo, los signos más importantes van a ser el signo de Murphy ecográfico y la litiasis biliar. Sin embargo, la gammagrafía hepatobiliar es la prueba no invasiva de primera elección al presentar una sensibilidad del 97% en los casos de colecistitis. Debe indicarse cuando la clínica y ecografía no son concluyentes.

En conclusión, aunque la gammagrafía hepatobiliar presenta una sensibilidad cercana al 100% en casos de colecistitis, la ecografía abominal es la prueba de imagen radiológica a la que se recurrirá en esta patología, puesto que es no invasiva, eficiente y de bajo coste. Además, permite observar fácilmente la anatomía del órgano, así como la correcta estadificación de la dolencia. Todo ello contribuye a realizar un óptimo, certero y precoz diagnóstico diferencial que puede evitar una evolución tórpida y de alta morbimortalidad.