DIAGNÓSTICO FINAL.
El ictus isquémico agudo es la reducción del aporte de sangre cerebral, provocando una alteración del funcionamiento de la parte cerebral afectada. Es una situación de urgencia, existiendo unidades específicas para su manejo.
Entre las causas más frecuentes de ictus encontramos la ateroesclerosis, embolia cardíaca, infarto lacunar (siendo la hipertensión el principal factor de riesgo) y algunas enfermedades poco frecuentes.
Para el diagnóstico, en todos los pacientes hay que realizar una TC o RMN; ECG; analítica en la que se incluya hemograma completo, tiempo de protrombina, PCR, electrolitos, glucemia, VSG y perfiles hepático y renal; y, finalmente, una radiografía de tórax. En caso de que existan dudas, se pueden hacer otras pruebas, como la RM de difusión, TC de perfusión, Angio-TC, EEG, cribado de tóxicos o ecocardiograma, entre otras.
La TC cerebral es la estrategia con mejor coste-eficacia. Es menos sensible que la RM, pero igual de específica para valorar los signos precoces de isquemia.
La RM con secuencias potenciadas de difusión tiene mayor sensibilidad para la detección de signos precoces de infarto que la TC. Puede detectar infartos lacunares o corticales pequeños. Puede emplearse para aclarar casos en los que se sospecha patología simuladora de ictus y que no es posible diferenciar con la TC.
En cuanto al tratamiento, se puede llevar a cabo con fármacos trombolíticos o con trombosis intraarterial mediante intervencionismo. Esto último se realizará cuando haya signos precoces de isquemia en la TC y siempre que no se supere un tercio de la Arteria Cerebral Media. Tiene que hacerse en centros con experiencia en intervencionismo.