Comentario. El procedimiento realizado ha sido la colocación de un doble J por parte de los radiólogos intervencionistas, para así comunicar riñón y vejiga atravesando la obstrucción. Es, por tanto, un procedimiento terapéutico que se centra en la repercusión de la recidiva a nivel pélvico.
Comentario final: Los tumores de ovario ocupan el tercer puesto de tumores más frecuentes en la mujer (1 de 10 mujeres lo padecerá a lo largo de la vida).
El carcinoma de ovario con frecuencia evoluciona a carcinomatosis peritoneal por diseminación directa, a través de las serosas al romper la cápsula. Por proximidad, puede afectar del mismo modo a los ganglios paraóticos o, como le ha ocurrido a nuestra paciente, al sistema urinario.
En este caso en concreto, avanzó hasta llegar a los uréteres, provocando una obstrucción y, como consecuencia, la interrupción secundaria del flujo urinario.
Con la radiología intervencionista, como método paliativo, y gracias al doble J, encontramos una mejoría de la calidad de vida (ya que se ha visto que presentan menos síntomas secundarios al tratamiento y menos recurrencias, comparado con la nefrostomía). El doble J, es un catéter cuyos extremos se encuentran enrollados en espiral y perforados (pudiendo pasar así la orina). Éstos se colocan de manera que van desde el riñón a la vejiga, reestableciendo la comunicación entre ambas.
La nefrostomía es la comunicación del riñón al exterior, otra forma de drenar la orina si encontramos un obstáculo, mientras que la cistostomia, comunica la vejiga con el exterior, para obstrucciones más dislates a la vejiga.
En la derivación ventrículoperitoneal se pasa una sonda (catéter) desde las cavidades de la cabeza hasta el abdomen para eliminar el exceso de líquido cefalorraquídeo.