La radiografía simple es el método de imagen de elección inicial y el más utilizado en el estudio de pacientes con síntomas óseos para detectar anomalías en el hueso. Se utilizan para evaluar zonas óseas que presenten dolor, deformidades o en las que se sospeche alguna anomalía. Con frecuencia, las radiografías simples ayudan a diagnosticar fracturas, tumores, traumatismos, infecciones o deformaciones. El estudio convencional de la zona ósea consta de dos proyecciones, una antero-posterior (AP) y otra lateral. La realización de dos proyecciones es fundamental para no pasar por alto lesiones visualizadas en una sola proyección, así como para realizar una correcta localización de las mismas en el espacio.
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