7. DIAGNÓSTICO FINAL:
Adenocarcinoma de recto en estadio IV metastásico.
8. DISCUSIÓN:
Se trata de una mujer joven que refiere astenia y una gran tumefacción abdominal. A la palpación, se aprecia una masiva hepatomegalia; y por ello, la primera prueba de imagen que debemos realizar para valorar la lesión hepática es la ecografía de abdomen, debido a las múltiples ventajas que presenta (es una prueba sencilla, no genera radiación ionizante, mayor disponibilidad, rapidez, y menor coste). Gracias a esta prueba, podemos vislumbrar que el hígado está enormemente aumentado de tamaño, y su parénquima ocupado casi en su totalidad por masas ecogénicas, difusas, irregulares y mal circunscritas; además de una desestructuración de la arquitectura hepática.
Estos hallazgos radiológicos nos indican que el hígado tiene múltiples lesiones que sugieren malignidad con muy alta probabilidad, pero no tenemos la suma certeza de que lo sea, y si la hubiere, es muy poco probable que el origen estuviera en el mismo hígado. Necesitamos recurrir a pruebas complementarias para realizar una valoración exhaustiva del origen primario, alcance y extensión de las lesiones que previamente hemos visualizado con la ecografía.
La búsqueda del tumor primario está justificada si el estado general del paciente es aceptable, que en el caso de esta paciente lo es; ya sea para iniciar un tratamiento quirúrgico curativo, o bien para planificar un tratamiento paliativo. Desde el punto de vista clínico, algunos síntomas podrían orientar sobre el origen del tumor primario. Sin embargo, nos enfrentamos a un caso de un dolor abdominal inespecífico, sin asociación con síntomas en otras localizaciones. La prueba más indicada a continuación es una TC abdominal. La radiografía simple no nos aportaría nada en este punto de inflexión en que nos encontramos para valorar de forma minuciosa las vísceras abdominales, y la RM no se utilizaría antes que la TC, ya que conlleva muchísimo más tiempo y coste, hay escasa disponibilidad en los hospitales, puede generar claustrofobia… entre otras razones que explican por qué se elegiría antes una TC.
La TC es una prueba de imagen que nos permite reconstruir el cuerpo en múltiples planos e incluso inyectar contraste para resaltar las lesiones que queremos estudiar. Es más rápida, nos aporta muchísima información, está más disponible y es más económica; y aunque emita radiación, será de forma controlada y únicamente cuando la prueba sea estrictamente necesaria porque vaya a permitir tomar una actitud terapéutica. Como podemos observar tras su realización en esta paciente, nos ayuda a caracterizar muy bien las lesiones ocupantes de espacio. En primer lugar, se observa un hígado aumentado de tamaño, ocupado por múltiples lesiones hipodensas confluentes que no infiltran el peritoneo, pero que destruyen la arquitectura normal del parénquima hepático. Se pone de manifiesto una gran ascitis multicompartimental, y sumida en su interior, una masa hiperdensa en la pared del recto, que nos está desvelando el origen de la neoplasia que ha dado la extensión metastásica al hígado.
Tras la TC, a esta paciente se le realizó una biopsia con aguja gruesa (BAG) hepática, que confirmó el origen neoplásico, tratándose de un adenocarcinoma de origen rectal con múltiples metástasis hepáticas, en estadio IV, y con muy mal pronóstico.