Las lesiones producidas por un TCE pueden ser primarias o secundarias. Las primarias son consecuencia directa del traumatismo, mientras que las secundarias se deben a una respuesta fisiológica producida como consecuencia del traumatismo, y puede agravar las lesiones primarias. Las lesiones primarias abarcan fracturas, hemorragias extraaxiales (hematoma epidural, hematoma subaracnoideo y hematoma subdural) y hemorragias intraaxiales (hematoma intraparenquimatoso, hemorragia intraventricular y lesión axonal difusa). Las lesiones secundarias abarcan herniaciones, infarto y hemorragias secundarias, edema cerebral difuso y lesiones por hipoxia.
Ante un traumatismo craneoencefálico (TCE) es necesario combinar información clínica (Escala de Coma de Glasgow) con pruebas de imagen. En concreto, la Tomografía Computarizada (TC) es la primera prueba radiológica que se solicita, pues permite definir la lesión de manera más exacta y predecir evolución y pronóstico, que serán muy importantes a la hora de establecer posibles tratamientos.
Sin embargo, no se puede solicitar en todas las situaciones, ya que conlleva una alta radiación, costes y tiempo. Se recomienda realizar TC craneal cuando se trata de un paciente con TCE severo con escala de Glasgow 8 y en TCE moderado con escala de Glasgow 9-12. Para TCE leves se solicitará TC craneal según criterio clínico.
En este caso, al paciente con TCE se le realiza una TC craneal y además una TC facial como estudio de extensión, debido a la inflamación periocular derecha y epistaxis que presenta, siendo de elección para esta semiología.
En la TC craneal se observan focos de neumoencéfalo, adyacente a una fractura frontal derecha, compatible con un hematoma epidural que condiciona leve efecto de masa sobre el lóbulo frontal derecho.
En la TC facial se observa ocupación parcial de celdillas etmoidales anteriores y medias derechas, ocupación con nivel hidroaéreo en seno maxilar, compatible con hemoseno, y ocupación de la cavidad nasal a nivel de meatos medio y superior derecho compatible con sangrado. Además, presenta enfisema orbitario preseptal y extraconal superior derecho.
Los hematomas epidurales están localizados entre la duramadre y el periostio, casi siempre asociados a fracturas de cráneo (80%), como en el caso de este paciente. Suele haber un periodo de lucidez mental de 24-48h entre el traumatismo y la aparición de síntomas de deterioro neurológico o coma. Además, en ocasiones se observa un hematoma subdural en el lado opuesto al traumatismo por el contragolpe.
– En la fase aguda de los hematomas epidurales suele observarse una lesión homogéneamente hiperdensa con forma biconvexa o de lente. Hay dos tipos de hematomas epidurales, arteriales y venosos. Los arteriales suelen observarse en la fase aguda comprimiendo el cerebro y manifestando rápidamente síntomas de deterioro clínico. Sin embargo, los venosos suelen ser tan pequeños que a veces pasan desapercibidos en la TC.
– En la fase resolutiva, si el sangrado continua, la lesión puede evolucionar a una densidad heterogénea, debido a la existencia de sangre nueva que no está coagulada junto con la hemorragia antigua que ya está coagulada; como sucede con este paciente.
Gorostiza Laborda D, Rodríguez San Vicente O, Villoria Alonso R, Iturre Salinas B. Traumatismo craneoencefálico: un proceso dinámico. Seram. 2014. Doi: 10.1594/seram2014/S-0297